Las cosas que realmente importan

Por estos días he tenido la oportunidad de compartir con personas que hacía meses e incluso años no veía. Se siente maravilloso aprovechar estos momentos únicos y retomar el contacto que muchas veces se quedó congelado en el tiempo.

Esos encuentros que, en su infinita sabiduría nos arregló el destino, me llevaron a pensar en lo importante que es cada persona que pasa por nuestras vidas. 

Los seres humanos somos como unas piedras que se van esculpiendo con el tiempo. Sumamos experiencias, aprendizajes y, especialmente, sumamos encuentros con personas que nos aportan de diversas maneras. Unas llegan para quedarse, otras pasan de largo dejando una huella imborrable y unas cuantas más nos enseñan por contraste lo que no queremos para nuestra vida.

Estas fechas de diciembre, donde nuestros días se impregnan con la magia del espíritu navideño, también nos invitan a dar las gracias por todas las personas que han pasado por nuestras vidas durante el año. 

Ciertamente, más allá de los aguinaldos, existen otros regalos que traen envoltura ni tienen tarjeta personalizada pero que son con seguridad mucho más valiosos que el más costoso de los presentes. Esos regalos vienen en forma de amigos, de compañeros de trabajo, de vecinos, de familiares.

Como bien lo decía Carl Jung, nada es casualidad. Todo tiene un para qué.

De la misma forma nadie llega a nuestra vida porque si. Lo que nosotros creemos que es un encuentro casual en realidad es una cita del destino. El universo en su infinita sabiduría tiene los motivos exactos por los cuales nos encontramos con quienes llegan a nuestra vida.

Así que cada uno de los seres que se cruzan en nuestro camino tiene algo para aprender de nosotros y viceversa nosotros aprendemos también. Desde la persona llega a la misma fila del supermercado hasta la mejor amiga de infancia. Todas ellas tienen un sentido en nuestra vida.

Aunque a veces no veamos con claridad qué fue lo que nos enseñó o nos trajo cada persona, vale la pena agradecer por su presencia. 

Es que ¿de qué se trataría la vida sin los otros? no tendría sentido alguno. Crecemos y aprendemos con los demás. Además construimos y disfrutamos con los otros.

Recordemos que Harvard ha demostrado en su estudio sobre la felicidad, quizá el más grande de la historia, que las personas somos felices no por el dinero ni por el poder sino por la forma cómo construimos relaciones con los demás.  

De modo que en estas fechas de diciembre y con estos tiempos marcados por la tecnología y las dinámicas de la vida cotidiana que nos conducen a la soledad y a remplazar los momentos presenciales por los virtuales, vale la pena recordar que el ser humano necesita el contacto con los otros y la construcción de relaciones de bienestar con los demás. 

Así que podemos aprovechar diciembre para que además de hacer balances y escribir nuestros sueños, escribamos un listado de las personas que se cruzaron por nuestro camino en este año de modo que podamos revisar qué nos dejaron, qué aprendimos, qué recuerdos queremos guardar y qué queremos olvidar.

Algunos seres se fueron este año porque desencarnaron, otros porque ya no están en nuestra misma resonancia y otros porque cumplieron el ciclo para el cual estaban destinados en su encuentro con nosotros.

A todos ellos les damos las gracias, reconocemos su aporte y los dejamos ir con amor y gratitud. En lugar de llenarnos de dolor por su partida, sintamos la alegría inmensa de haber compartido con ellos.

Otros seres vinieron para quedarse. A ellos les damos nuestra gratitud y les abrimos nuestros brazos para seguir compartiendo y sumando bienestar de parte y parte. 

Si nos nace del corazón, también podría ser que hagamos una corta oración por cada ser que nos acompañó en este año con su amor incondicional y su generoso aporte a nuestras vidas.

Desde mi corazón toda la gratitud para quienes han hecho mi vida más interesante y más plena de sentido. Mi gratitud a todos mis lectores y seguidores de las redes sociales.

Fotografías: Unplash